Una vez hemos salido de la clínica veterinaria, después de habernos despedido de nuestro amig@ pelud@, vamos a pasar un tiempo de duelo. Este es muy necesario para poder en el futuro recordarle con paz.
Si abortamos el duelo trayendo de inmediato una nueva mascota a casa, esto es, «un sustituto», ninguneamos a nuestro ser querido y su recuerdo. Y no es una solución, porque siempre surgirán comparaciones. Esto es especialmente importante en el caso de haber niñ@s en la casa, que aprenderán así el poco valor que tiene un animal de compañía.
En cambio, si atravesamos las distintas fases del duelo, conjuntamente en familia, hasta alcanzar la serenidad del recuerdo con añoranza pero sin dolor, entonces será el momento de traer un nuevo amigo o amiga a casa que volverá a alegrarnos la vida, a su manera.
Aparte, a través del duelo, podremos racionalizar la pérdida. ¡Cuántas veces nos hemos encontrado con personas que nos dicen «desde que murió mi perro, gato, etc.. ya no pienso tener ningún animal más en casa»!. Es una opción libre, claro, pero en otros casos, tras esta opción está el miedo a sufrir nuevamente otra pérdida. Un duelo mal gestionado o guardándonos para nosotros mism@s el dolor de la anterior pérdida, ocultándolo de los demás «por el qué pensarán si me ven llorar, etc…» tiene el mismo efecto que un duelo abortado.
Así pues, démosnos un tiempo de silencio y recuerdo hacia nuestro amig@. En cada caso tendrá una duración distinta, pero sabremos cuándo ha acabado, porque volveremos a sonreír al ver una foto suya.