Cuando hemos tenido que decidir poner termino a la vida de nuestras mascotas suele ser una experiencia traumática. No solo el momento en que se van, en el cual algunos de nosotros ni siquiera somos capaces de permanecer al lado de nuestro fiel amigo/a, sino mucho después, pudiendo convertirse en un trauma que dure semanas e incluso meses o años. Veamos cómo podemos ayudar en este sentido:
Cuando debemos decidir si prolongar o no la vida de muestra mascota suele ser porque no hay otra opción mejor: una enfermedad que no tiene cura, el deterioro y sufrimiento del animal es irreversible, su calidad de vida es prácticamente inexistente… Suele ser el veterinario/a quien nos aconseja esta opción como la más humanitaria.
Por lo tanto, no es que nosotros hayamos decidido acabar con la vida de nuestro animal, sino que las circunstancias así lo han requerido. ¿Qué debemos dar nuestro consentimiento? efectivamente, es un trámite legal y necesario para que quienes realizan esta operación tengan la garantía de no recibir ninguna denuncia en caso de que el propietario/a se eche atrás después.
Sin embargo, nuestra mente nos juega malas pasadas con pensamientos irracionales tales como: «lo hice demasiado pronto, se podría haber salvado haciendo este tratamiento, operación, etc..». incluso llegamos a culpar al veterinario/a: «si lo hubiera llevado a este otro…»
Debemos hacer un esfuerzo por reflexionar y contemplar los hechos con objetividad, ver realmente el porcentaje de curación del mal, si es reversible o no, la calidad de vida de nuestra mascota con el tratamiento. Si no tenemos unas garantías superiores al 60% de éxito (y es un margen bastante optimista) nuestro amigo de cuatro patas no merece sufrir.
Nuestras mascotas están en el mundo para alegrarnos la vida, con eso ellas son felices. Normalmente, cuando se encuentran mal (y esto lo sabe quien ha tenido antes una o varias mascotas) vemos cómo se preocupan por nosotros, su tristeza por no poder ya acompañarnos y velarnos. Este dolor es superior al de su propio padecimiento y nuestro deber es no permitir que sufra en vano.