Después de pasar tres meses en convivencia permanente con sus amos o cuidadores, de salir varias veces al día a dar largos paseos y de tener una atención constante, los perros ven como vuelven a la rutina de quedarse solos ocho horas diarias (en el mejor de los casos) mientras sus dueños se van a trabajar.

Esto les genera una angustia y ansiedad por separación que se manifiesta en conductas que van desde un nerviosismo que les hace ladrar constantemente mientras están solos, romper objetos, o hacerse sus necesidades  en casa. Son conductas para llamar la atención porque se sienten menospreciados de repente y sin un motivo que ellos puedan entender.

En definitiva, hay que reeducarlos para que vuelvan a ser como antes. Los educadores caninos son una opción. Llevarlos a protectoras de animales o guarderías de día para evitar destrozos y quejas de los vecinos, solo posterga el problema. Hay que intentar volver gradualmente a la normalidad para que el perro no sufra, y premiarlo cuando se porte bien. Armarse de chuches y dárselas cuando se vean avances en su comportamiento. Comprarle algún juguete, una cama nueva…que se sienta querido.

Es cuestión de tiempo y paciencia que nuestra mascota vuelva a ser la de antes. Lo importante es no enfadarse ni castigarla porque eso empeorará las cosas.

Los gatos por el contrario, experimentaron más estrés al ver a la familia todo el día en casa. Sentían que se les invadía su espacio, por lo que la vuelta a la normalidad no ha generado esos traumas. Más bien, se sienten más a gusto al haber recuperado su rutina y la calma que ellos tanto valoran.